Encuentro con el amor de Dios durante el Vía Crucis de la JMJ
Participar en el Vía Crucis junto con el Papa Francisco fue una experiencia profunda, que permitió a los peregrinos encontrar el amor de Dios por sí mismos y por quienes les rodeaban.
Helen, una peregrina de 24 años de Indonesia, nos contó cómo el Vía Crucis supone una lección transformadora. "Me resulta muy difícil amar a alguien, me enfado enseguida. Y el Vía Crucis me recuerda el amor de Dios por mí y me da una razón para amar a los demás."
Reflexionando sobre su pasado, la vida de Helen no siempre ha sido optimista. Antes de encontrar consuelo en su fe, luchaba contra el odio a sí misma y tenía dificultades para autoaceptarse. Fue descubriendo el amor de Dios, encontrando un grupo de oración y uniéndose a la comunidad local de su ciudad natal cuando consiguió sentirse en paz consigo misma. Hoy tiene la confianza suficiente para decir: "Soy digna, a pesar de lo que la gente diga de mí. Soy amada. Soy la hija amada de Dios".
Helen cree que el mundo necesita más jóvenes fieles y dedicados. Durante el Vía Crucis estuvo rezando por los jóvenes de todo el mundo, con la esperanza de que abracen una fe viva y de que más jóvenes se acerquen a Dios.